Como todo tema, pasó, tuvo sus 15 minutos de gloria, y fue opacado por otras noticias.
Algo muy común que pasa en un país como el nuestro, tan agobiado, tan alienado, tan carente ya de capacidad de asombro:
La insensibilidad que entre las personas, como mecanismo de defensa, se va creando, de manera invisiblemente, va tapando lo que se ve, y va silenciando lo que se escucha.
La cuestión de los llamados “billetes falsificados” que son entregados a los jubilados, parece que no es un tema nuevo.
Lamentablemente, en nuestro país sufrimos de una recurrencia de pesares, pesares propios de los pueblos que no pueden enmendar sus problemas sociales, o no saben hacerlo.
Y el delito es, más que nada, un problema social que, asimismo, aqueja a toda la sociedad involucrándonos íntimamente.
Todo esto se agrava cuando el delito es organizado, altamente tecnificado, y, peor aún, cuando hay dudas respecto de las complejidades y las participaciones potenciales de funcionarios públicos, allegados a las mismas y/u organizaciones al mando de servicios públicos (decimos servicio porque, aunque no parezca, el banco indirectamente, da fe y brinda servicio concreto, en algún sentido, público).
Esta situación de los jubilados estafados ya ocurrió en otras dos ocasiones, probablemente: Durante la administración de Alfonsín (1983/1989) y durante el gobierno de, Carlos Saúl Menem (1989-1999).
De la primera no sabemos casi nada, salvo que el ex-Juez Pinto Kramer instruyó una causa que no llegó a gran cosa, pero de la segunda sí se supo, y bastante.
En la administración de Menem fue designado al frente de la Casa de Moneda un personaje llamado Gostanián, conocido por ser dueño de una fábrica de camisas y famoso por haber impreso los billetes “menen-truchos” unos simpáticos billetes con todas las características cuños y atributos (papel, tinta, etc.) pero, como volante publicitario que llevaban un dibujo del rostro de Menem con la leyenda “Menem 1995” y otros
“Un valor que estabilizó el País”...
El “gordo Bolu” según el apodo de su propio jefe, permanente parece en dicho rol.
El caso es que el BCRA, cuya presidencia en 1992 estaba a cargo del después Ministro Roque Fernández (1991-1996) se le habría reclamado a Casa Moneda, respecto de irregularidades, sobre un supuesto faltantes de papel, ello en relación a la ecuación técnica “papel-billete”, y conforme la especial relación de control que une a ambos Entes Públicos.
Este “papel”, casi imposible de conseguir fuera de determinados mercados, provendría del Canadá; el papel-billete es un papel especial para impresión de billetes, títulos, bonos, etc., es filigranado, soporta medidas de seguridad de mayor o menor complejidad, es de alto impacto y gran resistencia:
en concreto, es de características muy específicas.
La cuestión es que, según aparecería en las referidas comunicaciones del BCRA a la Casa Moneda, no existía una “coincidencia” entre la cantidad de papel y la rendición de dinero que la “Casa” remesaba en contraprestación.
Se abría producido esto (el reclamo, el pedido de explicaciones) porque, técnicamente, si bien existe una posible “merma” (que oscila entre un 2% a 3%) hecho que se produce, como declaró en su momento Gostanian hay posibilidad real de errores de impresión o rasgado de hojas de papel, lo cierto es que nunca puede ser de un 30%.
En este punto es donde nació, o habría nacido la gran duda.
Los gemelos, a los jubilados
Durante junio y julio de este año, en repetidas denuncias, escuchamos que en varias entidades bancarias, y a la vez, en varias sucursales, jubilados eran estafados al serle entregada una cantidad de billetes de $100 con apariencia de “falsos”.
Los elementos que se “daban” como prueba de esta “falsedad” rondaban el hecho de coincidir las numeraciones.
En realidad no sabemos si existieron pericias para determinar si son falsos, que tipo de falsificaciones (existen registros de “maestros” del desfalco, que ya purgaron penas y que los investigadores del FBI o interpol tienen bien detectados) que cuños se usaron y/o si son réplicas de otras estafas ya detectadas.
Mutismo total.
Días después de la seguidilla de denuncias, apareció una filmación en donde un hombre de traje ingresa a una sucursal bancaria ENTRANDO aparentemente dinero en un maletín, ese ingreso sería irregular, no hecho por los canales normales y legales, y ahí estaría una punta de ovillo.
También, de la declaración de los pasivos estafados surge, casi siempre, la “situación” de caja en donde el cajero “recibe antes de pagar” dinero justo en el instante previo al pago.
Algo muy coordinado, de dimensiones muy importantes, una mega banda sin dudas.
Haciendo un racconto del “modus operandi” criminal y teniendo presente siempre que no solo la Justicia Federal interviene en este tipo de causas, sino también el FBI, nos resulta muy sospechoso que no existan ni pistas, ni imputados, ni detenidos, ni una línea investigadora clara;
Por otra parte, por más organizadas que sean las “bandas” nos preguntamos:
¿Cómo lograron introducir el dinero en 5, 6, 7 Entidades Bancarias, y, en 30, 40 sucursales al mismo tiempo?
Por otro lado
¿Cómo pueden lograr esa calidad con el único problema de la numeración, y las cantidades?
¿Qué banda consigue esa cantidad impresionante de papel moneda, cuando es sabido que la falsificación tiene mucho mas desperdicio?
Por otro lado, ¿por qué todo a bancos y a jubilados?
¿Serán de ese “ambiente”?
Es sabido que los falsificadores de poca monta buscan sectores “marginales” para “pasar” los billetes truchos, personas a las que se conocen como “pasadores”.
¿Qué poder los protege y quién los vuelve impunes?
Los antecedentes, tanto del tema como del “modus operandi”, nos permiten mirar hacia adentro de una entidad (Casa Moneda) en la que nadie puede entrar (la seguridad es impresionante) ni filmar,
Una verdadera fortaleza.
José Terenzio
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