El verbo jubilar apareció en el idioma castellano en el año 1495, tres años después de la invasión de América.
Allí Europa comenzaba a descubrirse en su camino hacia el capitalismo gracias a la explotación de los recursos humanos y naturales de África y la ya mencionada América.
Jubilar es sinónimo de regocijarse, de lanzar gritos de júbilo, de alguien que se siente dichoso, pleno, casi feliz.
Sentirse feliz porque ya no se tiene que trabajar, aclaran los investigadores en etimología.
En la Argentina de 1949, cuando gobernaba el peronismo, se dictó una nueva Constitución que incluía los derechos del niño, de los trabajadores y la ancianidad.
Nuestros viejos alcanzaban derechos con rango constitucional.
El estado debía garantizar que el significado de la palabra, aquello del regocijo, se convirtiera en una realidad concreta y palpable en la vida cotidiana.
Hacia el año 1958, los jubilados argentinos cobraron el 82 por ciento del salario mínimo vital y móvil.
Era un derecho y es una obligación de la representación jurídica del pueblo, del llamado estado nacional.
Casi sesenta años después, las cosas han cambiado en el sur del mundo.
La Administración Nacional de Seguridad Social le prestó al tesoro nacional nada menos que mil doscientos millones de pesos a través de la colocación de títulos públicos.
Esos fondos son los aportes de los trabajadores a las llamadas administradoras de fondos de jubilación y pensión y luego estatizadas.
Dineros de los abuelos argentinos para saldar cuentas del gobierno.Pero el gobierno, ¿cuándo va a saldar las deudas con los abuelos, con los trabajadores que deben regocijarse y no seguir sufriendo para empatarle al fin de semana?
La pregunta, sin embargo, no tiene sentido para el gobierno.
Lo dijo el mismísimo ministro de Economía, Amado Boudou, el educado en el Centro de Estudios Macroeconómicos, donde tuviera como profesores a los ex ministros de la administración Menem, Roque Fernández y Pedro Pou.
Boudou sostuvo casi al borde de la indignación que pensar en pagar el 82 por ciento móvil a los jubilados "fue dejado de lado en todo el mundo" y que ese porcentaje se corresponde con "otras épocas del país".
Agregó que "sólo Luxemburgo tiene 82 por ciento en los haberes jubilatorios.
Fue dejado de lado en todo el mundo.
Y más que una mejora para los jubilados, parece un eslogan", sostuvo el ministro.
También dijo que los que pretenden que los jubilados cobren ese porcentaje histórico tienen un "accionar irresponsable, para la tribuna, e intenta poner en jaque nuevamente al sistema previsional y la fortaleza económica que Argentina va construyendo poco a poco".
La consecuencia de esta decisión política del gobierno nacional es, entonces, que cinco millones de jubilados ganen menos de novecientos pesos mensuales y estén bordeando la indigencia.
Una realidad que no tiene nada que ver ni con el origen etimológico de la palabra, ni con la historia del propio peronismo ni tampoco con el cacareado sesgo popular del gobierno.
La mentira de la administración tiene el exacto reflejo en la vida de los abuelos argentinos.
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