CUANDO LAS CUENTAS NO CIERRAN
Migajas a los jubilados millones para el Gobierno
Un informe de Idesa, realizado sobre datos oficiales, reveló que los fondos de la Anses siguen siendo una de las principales fuentes de financiamiento del Gobierno nacional para tapar el déficit fiscal.
En 2011 fueron $22.699 millones mientras el Gobierno analiza aumentos de la mínima que no superarían el 15%.
El excedente de la ANSES fue $22.699 millones (Fuente: Idesa)
El estudio de
la consultora Idesa (Instituto para el Desarrollo
Social Argentino), conocido este lunes (30/01) sobre la base de datos oficiales
alerta sobre el alarmante déficit fiscal que siguen financiando la Anses y el Banco Central de la República
Argentina.
A poco de que la Presidente de la
Nación anuncie un nuevo aumento en las jubilaciones
mínimas que rondaría entre el 12% y el 15% (según
publica el diario Clarín), los excedentes de fondos del Anses siguen teniendo como prioridad los préstamos al
Estado antes que a los jubilados que tienen miles de demandas ante el Estado y
cobran jubilaciones que no cubren la canasta básica de
alimentos.
Ese excedente del Anses sigue financiando al Gobierno nacional para
esconder las verdaderas cifras del déficit fiscal que ascendería a $ 65.599
millones.
A continuación el informe completo realizado por Idesa:
La solvencia fiscal es condición
necesaria para sostener un proceso de desarrollo social.
Por eso es preocupante
la actitud de las autoridades económicas de anunciar un supuesto superávit
fiscal cuando la realidad es que se ha llegado a una situación en que, ni con
las apropiaciones sobre la ANSES y el Banco Central, alcanza para financiar al
sector público.
Más allá de que la situación no sea explosiva en el corto plazo,
es de alta prioridad mejorar la calidad en la gestión del Estado.
Uno de los
pasos esenciales e iniciales en este sentido es restablecer la seriedad en la
difusión e interpretación de la información sobre las cuentas
públicas.
El Ministerio de Economía anunció que el sector público
nacional cerró el año 2011 con un superávit de $4.920 millones.
Como ocurre
desde hace varios años, la declaración se realizó enfatizando que uno de los
pilares del modelo económico imperante es la solidez en las cuentas públicas.
Más allá de la pertinencia de reconocer la importancia de la sustentabilidad de
las finanzas públicas, la realidad que muestran las cifras oficiales, en sentido
contrario a lo anunciado, es que hay una gran precariedad
fiscal.
El monto que anuncian las autoridades como “superávit”
es el resultado primario, esto es, la diferencia entre ingresos y gastos antes
del pago de intereses de deuda pública.
La suma que el sector público nacional
pagó en intereses en el año 2011 fue de $35.584 millones.
Cuando se computa este
concepto se llega a un déficit de $30.664 millones.
Este monto representa
aproximadamente 1,7% del PBI; el mayor desde el año 2002.
Pero lo más importante es que en estos cálculos se
consideran como ingresos las transferencias de la ANSES, del Banco Central y
otros organismos públicos.
Según los propios datos oficiales del Ministerio de
Economía, que se publican junto con los anuncios del “superávit”, surge que
estos recursos extraordinarios fueron los siguientes:
El excedente de la ANSES fue $22.699 millones
($11.154 millones por rentas del FGS, básicamente, y $11.545 millones de
excedentes de ingreso y gasto previsional).
Desde el Banco Central y otros organismos se
transfirieron $12.236 millones.
Esto significa que, sin los
excedentes de la ANSES, el Banco Central y otros organismos, el desequilibrio
fiscal asciende a $65.599 millones.
Los datos oficiales delatan –en oposición a los anuncios– un muy severo proceso de deterioro de las
cuentas públicas.
No sólo que el sector público está lejos del “superávit”
declamado, sino que el desequilibrio entre los ingresos genuinos y el gasto
público alcanzan a $66 mil millones ó el 3,6% del PBI aproximadamente.
Este
desequilibrio es asimilable al del año 2001, que, según los datos del Ministerio
de Economía, fue de 3,2% del PBI, ó al déficit fiscal de Italia que, en crisis,
se estima en 4% del PBI. Para financiar parte de este enorme desequilibrio,
desde la ANSES, el Banco Central y otros organismos se generan $35 mil millones
que alcanzan para financiar el 53% del déficit.
Tratar de disimular la insolvencia del sector público
con anuncios “optimistas” no es una acción responsable ni sostenible. Pero más
cuestionable y preocupante aún es que se llegue a semejante desequilibrio cuando
la presión impositiva del sector público nacional ha alcanzado un récord
histórico, pasando de un 20% en el año 2002 al 35% en el año 2011.
En otras
palabras, los ciudadanos nunca pagaron tantos impuestos, sin embargo, el
desequilibrio de las cuentas públicas es el más elevado de la última
década.
No menos preocupación causan las formas espurias de
financiamiento de este desequilibrio.
El excedente de la ANSES es el resultado
de la violación a la movilidad de los haberes previsionales.
Esto genera cientos
de miles de juicios cuyo pago el organismo previsional difiere dilatando al
extremo los procesos judiciales. Las rentas de la ANSES son el resultado de la
expropiación de los ahorros previsionales ocasionada con la eliminación del
régimen de capitalización.
Estos fondos –ahora destinados a financiar el déficit
fiscal– en una gestión responsable deberían ser
capitalizados para respaldar las futuras jubilaciones. En igual sentido, las
reservas del Banco Central deberían priorizarse para respaldar el dinero
emitido.
La premura manifestada por el gobierno por reducir los
subsidios, aunque implique la impopular acción de ajustar las tarifas que paga
la población, delata el convencimiento que la situación fiscal es insostenible.
Sin embargo, las acciones carecen de la integralidad, calidad e intensidad que
demanda esta profunda crisis del sector público argentino.
El deterioro
acumulado, no sólo con la expansión de los subsidios sino también con
crecimiento espurio del empleo público, beneficios previsionales y otras
erogaciones, demanda un audaz proceso de modernización del Estado.
Para ello, un
paso “fundacional” sería restablecer la seriedad en la difusión e interpretación
de la información sobre las cuentas públicas.
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